El implante N1 de Neuralink ya no es una promesa lejana: desde 2024 está en ensayo clínico con personas con parálisis y, en 2025, ofrece una imagen bastante clara de lo que permite en la vida diaria. La idea es sencilla de explicar y compleja de ejecutar: registrar la actividad de grupos de neuronas con hilos ultrafinos insertados en la corteza motora, decodificar la “intención” de movimiento y traducirla en acciones sobre un ordenador o una interfaz. En la práctica, esto significa mover un cursor, hacer clic, seleccionar texto, escribir y controlar aplicaciones con la mente. La pieza central es un dispositivo del tamaño de una moneda gruesa que se aloja al ras del cráneo; de él parten decenas de hilos flexibles con cientos de electrodos que recogen señales neuronales y las envían de forma inalámbrica a un receptor cercano. El diseño es “cosméticamente invisible”, sin cables externos, y se recarga de forma inductiva. Si quieres ver la propuesta de producto, el enfoque de diseño y los comunicados más recientes, el punto de partida más fiable es la web oficial de la compañía: neuralink.com y su apartado de novedades: neuralink.com/blog.
Para entender qué puede hacer hoy, conviene imaginar el N1 como un “trackpad mental”. Tras la cirugía y la recuperación, el usuario realiza sesiones de calibración en las que observa movimientos en pantalla o intenta dirigir un cursor en distintas direcciones; el sistema aprende patrones de picos neuronales y los asocia a acciones digitales. Con práctica, esa traducción se vuelve más precisa y estable. La métrica que resume la calidad del control es la tasa de información (bits por segundo), que combina velocidad y exactitud: a mayor tasa, más natural se siente navegar, teclear o arrastrar elementos. Los primeros participantes del ensayo han mostrado tareas cotidianas —escritura con teclado en pantalla, navegación web, juegos sencillos— que, sin ser perfectas, suponen un salto de independencia para quienes no pueden usar manos o dispositivos convencionales. La experiencia mejora con actualizaciones de software y nuevos decodificadores, y requiere calibraciones periódicas, igual que ocurre con otras interfaces cerebro-ordenador (BCI).
La pregunta clave para cualquier candidato es si puede o no optar al estudio. El programa clínico actual está orientado a personas con tetraplejia por lesión medular o a ciertos casos de ELA, con estabilidad médica y sin recuperación funcional significativa en el último año. Además de la evaluación neurológica, se valora la capacidad de participar en sesiones recurrentes de calibración y seguimiento, así como el apoyo del entorno del participante. No es un implante “de consumo”: exige un equipo quirúrgico especializado, seguimiento estrecho y disposición para iterar con el software a medida que el sistema aprende. La compañía mantiene abierto un registro de interés y un flujo de actualización para posibles participantes —si te interesa conocer convocatorias, criterio general y noticias, el blog corporativo es el canal que se actualiza con más frecuencia: neuralink.com/blog.
En el lado quirúrgico, el N1 se implanta con ayuda de un robot capaz de insertar hilos flexibles con precisión micrométrica, evitando vasos sanguíneos y minimizando daño en el tejido. La operación sustituye un fragmento del cráneo por el propio dispositivo, que queda sellado y enrasado con el hueso. Aunque la técnica está diseñada para reducir riesgos, no deja de ser neurocirugía: existen posibilidades de infección, hemorragia, respuesta inflamatoria o problemas de cicatrización. Más tarde, pueden aparecer retos de durabilidad: el desplazamiento de algunos hilos con el tiempo, la pérdida de señal en ciertos electrodos o variaciones en la calidad de registro que obligan a recalibrar. Estos contratiempos no significan “fracaso” del sistema, pero sí recuerdan que estamos ante una primera generación de BCI implantable pensada para ensayos, con curva de aprendizaje técnica y clínica. La recarga inalámbrica, por su parte, forma parte de la rutina doméstica: igual que con un reloj inteligente, el usuario coloca un cargador en una posición determinada durante un rato al día o cada cierto tiempo para mantener la autonomía.
Últimos avances en medicina genética que cambiarán la salud humanaLa experiencia de uso diaria combina disciplina y recompensa. En las primeras semanas, el objetivo es lograr control estable de cursor y clic; después, se trabaja la escritura en teclados en pantalla, combinando predicción de palabras y accesos directos para ganar velocidad. Aplicaciones como el correo, la mensajería, el navegador o herramientas de lectura son las primeras beneficiadas. También es habitual incorporar accesos a dispositivos del hogar (luces, volumen, reproducción) mediante integraciones con software de asistencia. A partir de ahí, cada usuario define sus metas: estudiar, trabajar en remoto, comunicarse de forma fluida o entretenerse. Un buen programa de rehabilitación tecnológica no solo mide velocidad y acierto, sino también fatiga, comodidad y variabilidad a lo largo del día, para adaptar la exigencia y evitar frustraciones.
¿En qué se diferencia el enfoque de Neuralink del de otras BCI implantables? En la ambición de integrar todo en un paquete “de producto”: implante de alta densidad con hilos flexibles, robot de inserción propietario, telemetría y carga inalámbricas, y un sistema de decodificación que se actualiza como cualquier software. La hipótesis de diseño es que eliminar cables transcutáneos y simplificar el mantenimiento aumenta la adherencia y la seguridad a largo plazo. Este enfoque también se refleja en la comunicación pública: además de documentos técnicos, la compañía publica demostraciones y charlas con participantes, que sirven para hacerse una idea del uso real sin intermediarios; si te interesa ese formato, su canal de vídeo centraliza las sesiones y anuncios: youtube.com/@neuralink.
Nada de lo anterior debe ocultar los límites actuales. El N1 no “cura” una parálisis ni devuelve movilidad a un brazo: habilita control digital. Eso ya es transformador para tareas de comunicación y autonomía, pero no sustituye terapias de rehabilitación ni abordajes médicos de base. Asimismo, no es una tecnología indicada para quien no esté dispuesto a asumir una cirugía craneal y un programa de seguimiento continuo. Los candidatos ideales son personas con parálisis severa motivadas para entrenar con el sistema, con un entorno de apoyo y expectativas realistas sobre la progresión: de mover un cursor con intención, a escribir con cierta soltura, a navegar y realizar flujos de trabajo sencillos. En términos de privacidad, el implante registra actividad neuronal local asociada a tareas motoras; no “lee pensamientos” generales ni tiene acceso a contenidos mentales abstractos, y la arquitectura de datos se centra en señales necesarias para decodificar intención de movimiento.
El mapa para 2025 es, en resumen, el de una tecnología que ha cruzado el umbral entre la demostración y el uso diario supervisado, con beneficios concretos para un grupo de personas muy definido y con riesgos inherentes a la neurocirugía y a un hardware en evolución. A corto plazo, el mayor avance vendrá de mejores decodificadores y protocolos de calibración que reduzcan la fricción del usuario. A medio plazo, de la durabilidad de los hilos y la estabilidad de la señal con el paso de los meses. Y, si el programa clínico mantiene su trayectoria, de la ampliación gradual del número de participantes y de las aplicaciones compatibles. Hasta entonces, lo más sensato es informarse en los canales oficiales, revisar con calma los criterios de elegibilidad y, si procede, dar el paso a una evaluación clínica sabiendo qué puede ofrecer hoy y qué sigue perteneciendo al terreno de la promesa.
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