La idea de convertir Gaza en un destino turístico de alto perfil —con hoteles estilo resort, paseos marítimos relucientes y una marca “Trump” omnipresente— no salió de un guion satírico: fue uno de los ejes más llamativos de la propuesta pública de Donald Trump para el “día después” de la guerra. La iniciativa, anunciada en varias comparecencias y materiales de propaganda, mezcla promesas de reconstrucción acelerada con una visión empresarial que ha levantado críticas por su enfoque de “propietario-desarrollador” y por lo que implicaría para el futuro político y demográfico del enclave.
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Qué propone, en esencia
El núcleo del plan parte de una premisa disruptiva: derribar lo que queda de la infraestructura devastada y reconstruir Gaza como un corredor turístico mediterráneo, una especie de “Riviera” con hoteles, marinas y paseos. En su formulación más maximalista, Trump ha hablado de que Estados Unidos debería “tomar” y “poseer” Gaza, con socios internacionales, para ejecutarlo como proyecto de desarrollo a gran escala. El relato se apuntaló con un video generado por IA donde se veía un “Trump Gaza” en letras gigantes, playas idílicas y un trazado urbano estilizado propio de un render de marketing. Reuters resume la propuesta y sus derivadas políticas; Newsweek recogió el episodio del video y la polémica que generó.
Cuando el “mercado total” se come al Estado: lo que revela el escándalo MileiLos ladrillos políticos bajo la maqueta
Un “resort-plan” así no es solo un render llamativo: implica decisiones de soberanía, seguridad, propiedad del suelo, reasentamientos y un andamiaje legal internacional muy complejo. La versión más dura llegó a describir una “propiedad” o “control” estadounidense a largo plazo y sugería reubicar población fuera de Gaza, ideas que encendieron alarmas por su posible choque con el derecho internacional y por la sombra de desplazamientos forzosos. De ahí que la crítica hable no solo de estética, sino de ingeniería política: quién manda, quién garantiza la seguridad, quién cobra rentas y quién decide quién vuelve o no a sus barrios. The Washington Post desgranó esa ambición de “Riviera del Oriente Medio” y la controversia sobre traslados “voluntarios” y control externo.
¿Reconstrucción o “branding” geopolítico?
Para defensores del plan, convertir Gaza en un polo turístico y de servicios sería una palanca económica: empleo masivo, inversión extranjera, nueva recaudación y, con suerte, un incentivo para la estabilidad. Para detractores, es branding geopolítico: poner un rótulo dorado sobre un terreno cuya gobernanza no está resuelta, con el riesgo de blanquear —literalmente— los traumas de una guerra reciente. El dilema es si la economía del espectáculo puede sustituir un proceso político: sin acuerdo robusto sobre estatuto final, seguridad, fronteras, retorno y derechos civiles, un plan de resorts se percibe como castillo de arena.
El “marco de paz” y lo que deja fuera
Tras el alto el fuego y la ceremonia internacional que lo acompañó, el entorno de Trump presentó una hoja de ruta con intercambio de rehenes y prisioneros, ayuda humanitaria ampliada y un esbozo de administración transitoria. Pero el documento evitó amarrar públicamente la cuestión más espinosa: si habrá o no un camino claro hacia la autodeterminación palestina (dos Estados o fórmula equivalente), y bajo qué garantías. Las dudas sobre la gobernanza de la Franja a medio plazo y la falta de compromisos explícitos sobre estatus alimentan el escepticismo de expertos y mediadores. TIME detalló esas ambigüedades y las preguntas abiertas que dejó la firma.
Economía, seguridad y propiedad: tres pruebas de estrés
Cuando el “mercado total” se come al Estado: lo que revela el escándalo Milei- Seguridad primero. Ningún inversor serio moverá capital sin un régimen de seguridad claro, con reglas de enfrentamiento definidas, policía local legítima y un paraguas internacional creíble. La experiencia comparada (Líbano posguerra, Sarajevo, Mosul) muestra que la paz económica no precede a la política: la sigue.
- Titularidad del suelo. Gaza es un mosaico de títulos, registros dañados y retornos pendientes. Cualquier reparcelación para macroproyectos exige un proceso de verdad y reparación —o al menos de compensación— que evite litigar cada palmo.
- Capital paciente. La reconstrucción real (agua, saneamiento, electricidad, hospitales, escuelas) compite por el mismo presupuesto que un paseo marítimo. Si la prioridad social percibida no coincide con el “render” del resort, habrá rechazo civil y riesgo reputacional para las marcas.
La narrativa del “turismo como paz”
El turismo se vende como pacificador: empleos, mezcla de públicos, apertura al exterior. Pero en contextos de desposesión reciente, el turismo puede leerse como sustituto identitario: un litoral re-imaginado para visitantes mientras residentes quedan relegados. La pregunta política es si un plan turístico en Gaza se diseña con la población (copropiedad, dividendos locales, empleo garantizado, housing de retorno) o para otros. Sin respuestas sólidas, el “Trump Gaza” se percibe como un póster más que como política pública.
Qué tendría que cambiar para que un plan así fuera siquiera debatible
• Un acuerdo político verificable que cierre la fase bélica y defina gobernanza local aceptada.
• Un marco legal internacional que blindase derechos de retorno, compensación y participación en beneficios.
• Prioridades sociales claras (agua, energía, vivienda) con financiación asegurada antes de acometer ocio y fachada.
• Un vehículo de inversión con control ciudadano (fondos soberanos, banca multilateral) y cláusulas sociales exigibles.
• Transparencia total sobre quién pone el logo y quién cobra: las lecciones de reconstrucciones fallidas en otras guerras piden evitar captura de rentas.
Entre la promesa y la propaganda
El atractivo visual de un render con hoteles sobre el Mediterráneo es innegable. Pero la distancia entre ese video y una paz duradera es abismal si no se resuelven soberanía, derechos y seguridad. Hoy, la propuesta de Gaza-resort de Trump funciona más como símbolo de su enfoque —economicista, propietario, de alta visibilidad— que como hoja de obra viable. Puede que venda titulares; convertirlo en política exige un andamiaje que, por ahora, no existe.
En resumen
La controversia no está en si Gaza merece una reconstrucción ambiciosa (la merece), sino en quién decide, con qué garantías y para quién. Un litoral con hoteles no reemplaza un acuerdo político. Si el plan “Riviera” quiere dejar de ser un video viral y convertirse en un proyecto decente, tendrá que empezar por lo que no se ve en un render: derechos, instituciones y prioridades básicas.
Cuando el “mercado total” se come al Estado: lo que revela el escándalo Milei

